Violencia
En
silencio he tenido que escuchar varias veces de diferentes personas la frase “a
las mujeres les gusta que las maltraten” – intentando suavizar un poco las
palabras. Esto pasa sobre todo, cuando en los medios de comunicación, se
conocen casos en los que alguna mujer es violentada física o emocionalmente.
Aunque
es bueno saber que hay muchas personas que no han sufrido por hacer parte de
estas situaciones, es triste escuchar cuando hombres y mujeres hacen este tipo
de juzgamientos, por lo cual, hoy, quiero decirles en público lo que muchas
veces he contado en privado, fui presa de la violencia.
Hoy
quiero confesarles que a mí, la psicóloga, la niña de su casa, la hija de papá
y mamá, la que estudió, a la que nunca le faltó nada, la que ama todo el mundo,
la tierna, la amable, a esta mujer, la violentaron de todas las formas posibles
por más de veinte años.
Cuando
era niña, no me faltó nada, ni lo material ni lo inmaterial. Mis padres
vivieron en una exagerada paz que hasta me parecía extraña. Nunca pelearon o
por lo menos no delante de sus hijas. Nunca tuvimos cruce de malas palabras y
nunca me pegaban o castigaban, a excepción de un par de veces que recibí
palmadas o bofetadas porque me excedí con mi conocida rebeldía, sin embargo, mi
papá lloraba y se disculpaba prometiendo que nunca lo volvería a hacer. Parecía
que reaccionar de esta forma que para mí ahora como madre es normal a diario le
dolía en el alma.
Mi
papá me decía que no me riera muy fuerte, que me portara como una dama, estas eran
sus únicas recomendaciones, porque él me amaba, creía en mí y me respetó
siempre por quién era. Me recordaba que vestida de cualquier forma me veía
hermosa, todo el tiempo me decía que era linda, inteligente, elegante, me
tomaba con sus manos enormes y carrasposas porque era un trabajador incansable
y me frotaba las mías, mientras me miraba con los ojos enlagunados, en esa
expresión con la que miro ahora a mis hijos. Me daba abrazos de oso y me
espichaba muy fuerte, así me hacía sentir que nunca se despegaría de mi lado.
Me hacía orinar cuando me mataba a cosquillas y jugábamos a guerra de
almohadas.
Nunca
fui muy rumbera y no salí mucho con amigos, solo tuve un novio, mi hermana un
poco más, estas situaciones las aprovechaba para en miles de charlas en la mesa
de la cocina, decirnos que cuando alguien nos invitara debíamos pedir lo más
barato y siempre ayudar con la cuenta, esto me produce mucha risa, porque creo
que eso lo aprendimos muy bien.
Las
historias con mi papá, que murió hace ya doce largos años, son interminables.
Nos contaba historias, cuentos inventados y clásicos y fue quien alimentó mi
creatividad e imaginación y me hizo amar la lectura y la escritura, que se
convirtió el resto de mi vida en mi más valiosa compañía.
Mi
mamá renunció a su trabajo y el desarrollo de su vida personal cuando quedó
embarazada de mí, después de nueve años intentándolo. Se entregó total e
incondicionalmente a su familia, nunca y hasta la fecha hizo un reclamo, se
quejó o lloró por esta vida. Según sus propias palabras, pasó los años más
felices mientras vivimos y compartimos solo los cuatro. Tanto añora estos días
que el alzhéimer está borrando este momento actual que no le gusta tanto, en
donde vive sola y quiere únicamente recordar esos ya lejanos días cuando fue
mamá, una real, de esas que trabajan todo el día y la noche, de las que se
priva de todo y hasta se olvida de ella misma para vivir por su familia.
Tristemente reconozco que me duele, pero cuando le pregunto, es lo que
realmente la hizo feliz.
Con
este pequeño balance, puedo darles una idea de cómo fue mi vida, pueden
aproximarse a todo lo que tuve, refiriéndome a la calidad de padres y hermana
que me abrazaron toda mi vida. Que estudié, me formé y que nunca tuve un vacío
económico, físico, emocional o psicológico, pero aún así, fui gravemente
violentada por muchísimos años.
Debido
a que me parece innecesariamente sangriento entrar en detalles, no mencionaré
algo en particular, solamente les diré, que fui presa de los celos y las
persecuciones, cuando era una niña juiciosa que no sabía nada acerca de la
infidelidad. Me violentaron físicamente y oculté los golpes, me encerraron y
defendí el infame acto, aguanté “cachos” miles de veces y aunque me dolía, lo
justifiqué porque mi autoestima estaba tan lastimada que no podía creer que
alguien me podía amar solo a mí. Yo también me formé a su antojo, me vestí como
me lo exigía, me quitaba o ponía maquillaje según lo que me pedía y me bajaba o
subía el escote, según lo solicitaba.
Cientos
de veces asistí a fiestas y reuniones familiares y de amigos con los ojos
llorosos, después de una pelea de horas, golpes y puertas y paredes rotas, con
el corazón en el mismo estado, pero fingiendo una perfecta sonrisa y una gripa
que parecía interminable.
Yo
también pasé por torpe muchas veces, me caía por las escaleras o me tropezaba
con los andenes. Me golpeaba con las puertas o me estaban haciendo láser. Estoy
entre tantas mujeres que lloran en silencio y miran por la ventana con ganas de
morir antes de seguir sufriendo. Amé sin medida y como muchas perdoné miles y
miles de veces.
Me
acostumbré a esta vida, entré en el circulo de la violencia, no me gustan ni me
gustaron los golpes, nunca disfruté las patadas o los puños, odiaba con todas
mis fuerzas los golpes sobre la mesa, que tirara las cosas, los gritos y las
malas palabras y como tú, lo aguanté una y otra vez, no por ignorante, por
falta de estudio, por necesidad de dinero, por los hijos o porque no tuviera el
apoyo de los amigos o la familia. No sé todavía a ciencia cierta la razón por
la que lo hice, pero estoy segura que no fue mi culpa y no es la tuya.
Un
día con mucha valentía, dolor en el alma y amor propio, logré salir de este
círculo y me desprendí. Logré cambiar el miedo por la valentía, el amor y las
ganas de cambiarlo, por más amor propio y confianza en mis capacidades. Le
apunté a mis logros y poco a poco borré los recuerdos de mi mente y de mi piel.
Así decididamente resolví ser feliz.
Hoy,
me quiero acercar a los que no lo han sufrido, a quienes están alejados del
conflicto y se han mantenido al margen, porque podrían directa o indirectamente
padecerlo y no es lindo morir en vida. El maltrato es una realidad con la que
tenemos que convivir a diario, cada minuto alguien es violentado y cada uno
puede sembrar una semilla de paz y amor para que no vuelva a suceder.
A
ti que no lo has sufrido, no juzgues, pero no te mantengas al margen, involúcrate
y así no la conozcas, detente un momento y abraza, dile unas palabras de
aliento, impúlsala a amarse y asegúrale, que está en su poder ponerle un freno
y ser feliz. A ti que estás viviendo esta situación, ámate sin restricción,
escucha, cuenta y decídete a ser feliz. A ti que lo viviste, perdónate,
recuerda sin dolor, ama y confía de nuevo.
Mujer
que hoy me lees, convéncete de que eres linda, valiosa, única. Ámate, cuídate,
valórate, respétate. Atrévete a ser feliz, tú también puedes romper con este
círculo de violencia.
Eres la mejor mujer que conozco en todos los aspectos! Te mereces ser muy feliz.. Como lo eres hoy. TE QUIERO! ❣️
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